jueves, 28 de octubre de 2010

LAGUNA DEL CAMPILLO (17 de octubre)

Aprovechando el buen día que hizo el pasado domingo 17, Mariajo y yo nos dimos una vueltecita por la laguna del Campillo, a ver cómo andaba la cosa de animada. Dedicamos un paseo a mediodía desde el aparcamiento hasta el Centro de Interpretación, donde recogimos algo de información y miramos el paisaje a través de sus grandes cristaleras. De camino, nos animó la marcha la gran mancha blanca que había en el centro de la laguna, y en el que pudimos identificar gaviota sombría y reidora. Bastante cigüeña blanca nos sobrevolaba y el ruiseñor bastardo no paraba de reclamar. En los árboles, inquietos, como siempre, localizamos carbonero común, herrerillo común, papamoscas cerrojillo y mosquitero común. En el río Jarama, observamos focha común, gallineta común y zampullín chico. A la vuelta, y tras un intento fallido para localizar al calamón, nos sale a nuestro encuentro un gavilán común, y lo vemos planear un buen rato. Parada para comer y regreso por la tarde.

Para la tarde cambiamos de itinerario, y esta vez empezamos por el camino de la izquierda, el que va paralelo a la vía del tren. Nuestro objetivo era encontrar al búho real, pero no hubo suerte. En cambio, nuestra primera observación interesante fue la de una pareja de collalbas negras que seguimos con entusiasmo. Las grajillas y chovas piquirrojas graznaban con fuerza mientras iban de las paredes al suelo a alimentarse. Llegamos a un punto donde se observaba muy bien las evoluciones de los primeros cucharas europeos que habían llegado al lugar pero que, desgraciadamente, estaban a contraluz. Mi tentativa para inmortalizarlas con la cámara se vio frustrada. Decidimos dar media vuelta pues ya empezaba a oscurecer, cuando descubrimos un dormidero de garcilla bueyera en una islita de carrizo en medio de la laguna. Habría unos 50 individuos. Pero a esa hora no hacían más que llegar y llegar aves a la zona, con lo que la cifra aumentaba de forma escandalosa. En uno de los barridos para contabilizar más o menos el número de ejemplares, sale al paso un calamón común, para alegría nuestra. Lo canto y Mariajo se lanza sobre el telescopio para no perderse un solo detalle. Afortunadamente, el ave tardó unos minutos en desaparecer entre la vegetación y, mientras tanto, avanzaba de forma lenta, cauta, sin prisa y con continuas paradas para observarlo todo.

Con una enorme sonrisa de oreja a oreja, y con uno de los objetivos en el bolsillo, regresamos a Madrid prácticamente con noche cerrada.

1 comentario:

Mariajo dijo...

Je je je, cierto compañero, cierto que me lancé sobre el telescopio en busca del Calamón perdido, menuda observación y todo eso acompañado de incesantes bandadas de Garcillas bueyeras que llegaban al abrigo de la laguna para pasar la noche,
Besos, Mariajo