miércoles, 31 de agosto de 2011

EL PAÍS DE LOS OSOS

De nuevo entre hayedos, laderas empinadas y apacibles pueblos. De nuevo, buscando al oso pardo. Y de nuevo nos deleitamos con su presencia. En lo climatológico, el tiempo no acompañó demasiado, con amaneceres y anocheceres más propios de finales del otoño, con frío y viento, y días templados pero en los que no sobraba el abrigo. Y apostados en sitios recogidos pero con buenas panorámicas, nos dedicamos a buscar al rey del bosque. Pueden estar en cualquier sitio, pero lo normal es que no se separen mucho de la cobertura forestal, por lo que habría que empezar por ahí. Si a esto le añadimos que por estas fechas (finales de agosto) se decantan más por alimentarse de arándanos y escuernacabras que crecen en los numerosos canchales que existen en las laderas de las montañas, pues tenemos la fórmula perfecta para poder toparnos con uno. Y esta fórmula casi nunca falla.

Entre densa vegetación, subiendo y bajando por laderas muy empinadas, jugando y, sobre todo, alimentándose,  despreocupándose por lo que les rodeaba, los osos pardos se muestran al mundo como lo que son: un símbolo del mundo salvaje. Un ser casi exterminado que centra ahora la atención de cientos de personas venidas de todas las partes del mundo, y que significa fuente de ingresos para las gentes del lugar. Un buen ejemplo de convivencia que se traduce en un mayor crecimiento para ambos. 

En el caso que nos lleva, fueron dos parejas de hermanos las detectadas en los días que pasamos en Somiedo. En ambos casos, se mostraban inseparables, jugando, comiendo y explorando la zona por la que se movían. 



Pareja de osos pardos (hermanos)



Jóvenes vistos en la lejanía, que desaparecían detrás de los numerosos matorrales que inundaban las praderas y volvían a aparecer a los pocos segundos, sin perderse de vista, caminando con total tranquilidad y naturalidad, expresando con sus acciones el buen momento por el que atraviesa la especie: como se erguían o sentaban para comer, como se arrimaban entre ellos, como oteaban el horizonte subidos a una pequeña piedra, mostraban un comportamiento lúdico vital para sus futuras relaciones sociales. Y, por supuesto, todo esto sin perder ningún detalle a través del telescopio y los prismáticos, para nuestro regocijo. No hay nada mejor que disfrutar de la naturaleza en vivo, reflejado en la mirada de estos oseznos, que sacaban de la vida todo lo bueno y nos enseñaban el camino para hacerlo realidad. Lo que no sabían era lo felices que nos habían hecho a nosotros cuando volvíamos a casa después de una tarde compartiendo experiencias con ellos. Impresionante.



Huellas de oso pardo





martes, 16 de agosto de 2011

SALINAS DE SAN PEDRO DEL PINATAR

Aproveché el fin de semana largo que se presentó en Madrid para bajar, una vez más, al Parque Regional de las Salinas de San Pedro del Pinatar. Como siempre, nunca defrauda, y aunque el número de especies es limitado, te brinda numerosas oportunidades para observar aves interesantes y en un agradable ambiente. Empezaré resumiendo lo acontecido el sábado 13 de agosto. Como casi siempre, acompañado de mi hermano Raúl, madrugamos para estar en la zona con las primeras luces de la mañana. Y con ello empezaba el espectáculo. El flamenco común estaba por todas partes, al igual que el charrancito, con sus continuos reclamos y zambullidas. Había menos tarro blanco que de costumbre, y observé las primeras agujas colinegras en paso, al igual que los combatientes, en escaso número. De limícolas no andaba mal la cosa, sin números espectaculares, pero con buenas observaciones: correlimos común, menudo y zarapitín. También presentes las cigüeñuelas y las avocetas, así como chorlitejos patinegros y grandes. Y algún bando grande de gaviota picofina, y las omnipresentes patiamarillas.  Los pocos zampullines cuellinegros que merodeaban por allí ya presentaban variación de plumaje en eclipse. Algunas golondrinas comunes y dáuricas apuraban su estancia en este entorno antes de retornar a África. 



Cigüeñuela común



Correlimos menudo




Correlimos zarapitín


Dedicamos un rato a visitar el puerto de San Pedro y la playa de Las Llanas, y aquí nos encontramos con una grata sorpresa: dos gaviotas de Audouin, una de ellas anillada. La anilla reza lo siguiente: AUJ8.



Gaviota de Audouin


Antes de que el calor apretara de verdad, decidimos movernos y asomarnos a la rambla del Albujón y El Carmolí. Lo más destacado fue la observación de un macho de avetorillo común sobrevolar la vegetación de la rambla en dirección al primer puente. 

Después fuimos a las salinas de Marchamalo a buscar al charrán elegante que se ha estado viendo por la zona, pero no tuvimos éxito. Sin embargo, pudimos ver varias gaviotas cabecinegras como especie más interesante. Con un calor de justicia volvimos a casa y dimos por concluida la jornada pajaril por ese día.

Al día siguiente, y aprovechando la visita de mi chica, Mariajo, nos acercamos de nuevo a San Pedro del Pinatar. Por la tarde, mientras ella se iba a la playa con unos familiares, yo aproveché para pajarear de nuevo por las salinas. Pero la tarde la empleé en disfrutar viendo aves y contabilizando ejemplares para preparar citas para el Anuario Ornitológico de la Región de Murcia. Este sosiego me deparó, además, varias sorpresas. El flamenco resultó ser una especie muy abundante, con una cifra aproximada de 553 individuos en total, entre adultos y jóvenes. Buenas cifras también para la gaviota picofina, con un total de 55 individuos, en varios grupos descansando en la superficie del agua. Algo más escaso resultó el tarro blanco, del que sólo contabilicé 24 ejemplares, la mayoría descansando en una lengua de tierra. Y las sorpresas vinieron en forma de martinete en vuelo, garcilla cangrejera ocultándose en una zona de vegetación, y un grupito de fumareles comunes dirigiéndose al O cuando iba a buscar a mi chica. ¡Todos para el anuario!



Flamenco común



Correlimos zarapitín







jueves, 4 de agosto de 2011

ORDESA Y MONTE PERDIDO

Nos encontramos ante la vista con enormes contrastes, grandes moles rocosas, picos de elevada altura, multitud de circos glaciares, bosques y praderas de colorido glamuroso y ríos que recorren laderas y valles con enorme velocidad. En fin, podemos decir que el origen de la cordillera pirenáica se halla aquí, el propio concepto de glaciarismo tiene nombre: bienvenidos al Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.  

A mediados del pasado mes de julio tuve la gran fortuna de visitar el lugar por antonomasia de los montañeros, de los largos inviernos y las impredecibles primaveras. Todos los colores, todas las formas tienen cabida aquí, y el ser humano es completamente insignificante ante la prodigiosa naturaleza que se nos presenta. Así me sentí cuando nos aventurábamos hacia nuestro recorrido, y así lo padecí el resto del viaje. Unos días para disfrutar lo que tardó en crearse millones de años. 

Realizaríamos el mismo día de nuestra llegada una ruta que, partiendo del valle de Bujaruelo, nos llevaría al valle de Otal. Saliendo desde Torla por la A-135 llegamos al puente de los Navarros. Tomamos la pista de la izquierda que remonta la garganta de los Navarros hasta el caserío de San Nicolás de Bujaruelo. Sobre el mesón-refugio parte una pista forestal, paralela al río Ara, que permite ya apreciar las elegantes curvas de las montañas colindantes. Al primer cruce de caminos, y con una fuente de referencia, cogemos el de la izquierda y empezamos a ascender hacia nuestro destino en serpenteante subida. Durante la subida cruzaremos varias manchas de hayedo donde es muy posible oír, e incluso ver, pito negro. El águila real puede planear por encima de los riscos presentes a nuestra izquierda. Después de cruzar un cercado aparece ante nosotros el valle de Otal, con su peculiar forma de "U". El río Otal parte el valle en dos, y es aquí donde podemos completar la lista de aves con especies tan interesantes como el mirlo capiblanco, el alcaudón dorsirrojo, el mirlo acuático, la chova piquirroja o el escribano cerillo. También es fácil observar las evoluciones de la marmota, presente en todo el Parque. El camino de regreso se hace exactamente por donde hemos venido.



Valle de Otal


Para el segundo día se había planificado la ruta de la Cola de Caballo, remontando el valle de Ordesa. Quizás la ruta más exigente por la distancia y el calor. Hay que recordar que en verano y Semana Santa está prohibido el acceso en vehículo particular para evitar la aglomeración de gente en el lugar. Para ello existe un servicio de autobús que sale de Torla y te deja en el aparcamiento (pradera de Ordesa), justo en el comienzo de la ruta. Eso hicimos nosotros e iniciamos el paseo con ganas y armados de paciencia. El recorrido más fácil es el que tomamos nosotros, una pista que discurre paralelamente a la izquierda del río Arazas y que nos lleva por varias manchas de bosque y cascadas, que son un deleite para los sentidos. La pista se empina, y en continuas "eses", atraviesa el magnífico Bosque de las Hayas (otro buen lugar para el pito negro) para desembocar en zona desarbolada antes de llegar a la zona de Soaso. Atención a las paredes graníticas a nuestra derecha por si tenemos la suerte de observar al quebrantahuesos en vuelo. Tras una subida, ya por sendero, pasando las Gradas de Soaso, el camino se vuelve más cómodo, y llegamos al Circo de Soaso y, más adelante, a la cascada Cola de Caballo. La vuelta se hará por el mismo camino. 




Gradas de Soaso


El tercer día era el más esperado para mi. Nos asomaríamos a los miradores de Revilla, quizás uno de los mejores sitios de Europa para la observación de la joya pirenáica: el quebrantahuesos. Desde la A-138 que lleva a Aínsa hay que recorrer el valle del Cinca hasta el kilómetro 64 de dicha carretera, donde cogemos el desvío a Tella por una carretera estrecha donde hay que extremar la precaución. Se sigue hacia Arinzué, Lamiana y Revilla, después de unos 8 kilómetros de empinada carretera. Justo en la última curva antes de llegar al pueblo parte el camino que nos llevará a los miradores. El recorrido se realiza fácilmente en unos 40-45 minutos, y es apta para todo el mundo. Garantizada la observación de quebrantahuesos y buitre leonado, así como posibilidad de otras rapaces como aguililla calzada o gavilán común. Nuevamente atentos por si el pito negro aparece sin avisar. Desde la propia carretera a Revilla existe la posibilidad de observar a estas rapaces, así como alcaudón dorsirrojo, vencejo real y escribano montesino. 



Quebrantahuesos


Para el último día, el del regreso a Madrid, nos propusimos remontar el valle de Pineta y acceder a los llanos de La Larri. Desde la A-138, a la altura de Bielsa, se accede a esta ruta a través de la A-2611. En el kilómetro 13 hay un puente a mano izquierda con la indicación "Bar" y "pista esquí de fondo". Lo cruzas y estacionas el vehículo. Desde el parking y el bar se inicia la ruta que lleva a nuestro objetivo. Al fondo nos dejamos sorprender por la visión del Circo de Pineta. Empezamos la marcha atravesando, de nuevo, buenos bosques de hayedo donde, una vez más, podemos detectar al pito negro. Durante la primera parte del camino, llovió intensamente y eso hizo que algunos integrantes del grupo se echaran para atrás y volvieran al autobús. El camino serpentea y pica hacia arriba a medida que avanzamos, sorteando varias veces el cauce del río Cinca, que se muestra ante nosotros en forma de numerosas caídas de agua. Poco antes de llegar, el camino queda por encima del arbolado y, tras un último repecho a mano izquierda, se nos presenta el paraje de los llanos de La Larri, fin de nuestra actividad. Además del omnipresente ganado suelto, si miramos en las laderas a nuestra izquierda y derecha, no será difícil detectar sarrios y marmotas, estas con su penetrante silbido. Avanzamos a través del valle sorteando vacas y flores, y observamos numerosas especies de aves en plena actividad a nuestro alrededor: alcaudón dorsirrojo, escribano cerillo, verderón serrano, chova piquirroja... Y nos puede sorprender el vuelo coronado del quebrantahuesos o el alimoche. La ruta, como todas las descritas aquí, son lineales y no ofrecen ninguna dificultad en su realización.



Llanos de La Larri



Lirio de montaña



Lilium pirenaicum



Orchis ustulata


Un lugar para perderse y olvidarlo todo por un momento, lo que dura inspeccionar la infinita solidez de sus montañas, intentar descifrar lo que te dice el susurro de los ríos, imaginar compartir el cielo con el pájaro de barro, impregnarte de mil fragancias de sus flores, flotar tendido en su mar de verde o manto blanco cuando arrecia el frío... No sé tú, pero yo sigo perdido...