miércoles, 6 de abril de 2016

UN DÍA EN ARROCAMPO

El pasado 20 de marzo quedé con Álvaro, Mar, Alicia y Aimara para pasar el día en Arrocampo y su entorno. Un plan que me apetecía mucho, y más con el aliciente de anotar en el cuaderno de campo dos especies que no había observado hasta ahora: agachadiza chica y polluela pintoja. La climatología no era del todo benigna pero algún respiro sí que dio. Poco más de dos horas duró el viaje y allí estábamos ya, en un excelente lugar para pajarear. Tras una breve parada en la oficina de información para recoger las llaves de los observatorios, iniciamos la jornada. El lugar clave era el observatorio número 2 y sus alrededores. Empezamos observando tres espátulas desde la rampa de acceso al observatorio, además de varias garcetas grandes, cormorán grande, azulones y varias cigüeñas blancas que anidaban en las torretas eléctricas de la zona.

No perdimos mucho más tiempo y, tras esta estupenda toma de contacto, iniciamos la búsqueda en unas zonas encharcadas en las zonas de carrizal. La primera alegría fue la presencia de varios pechiazules, que hicieron las delicias del grupo. De las agachadizas, de momento, nada. Primero mirábamos desde el camino por si localizábamos algún ejemplar posado en los márgenes de la vegetación. Tras un rato con resultado negativo, decidimos adentrarnos en la zona inundada. Pisando con cuidado, íbamos avanzando hasta llegar al límite donde el agua no permitía avanzar más. Tocaba ahora esperar. Silencio solo roto por los reclamos y cantos de la buscarla unicolor, buitrón y el crotoreo de las cigüeñas. Álvaro nos recordaba cómo diferenciar a la agachadiza común de la chica cuando echaba a volar; mientras la común salta reclamando y volaba lejos; la chica no emite ningún sonido y el salto era normalmente de pocos metros para volver a caer al suelo. Era la mejor manera de localizarlas pues normalmente no podías ni siquiera apreciar el tamaño cuando volaban. Cada cierto tiempo, algunas saltaban cerca de nuestra posición, la mayoría comunes pero entre ellas aparecía alguna más pequeña que caía a los pocos metros. Personalmente tuve la fortuna de observar una bien vista, gracias a que logré seguirla con los prismáticos los pocos segundos que duró en el aire. Una más para el bote.

Con los deberes hechos, aprovechamos para visitar Cerro Alto, con nada reseñable, y un lugar que desconocía, enclavado en una finca, llamado Charco Salado. Este último lugar resultó ser un buen humedal escondido en medio de una extensa dehesa, con varias especies de interés. Al parecer, aquí existe una colonia reproductora de espátula, que no llegamos a ver. En su lugar, uno de los momentos del día fue la aparición de un águila real acosado por un ratonero justo encima de la colonia de cigüeña blanca. Una pasada. Nos adentramos en la dehesa buscando la cola del embalse pero, en su lugar, nos encontramos en medio de la arboleda donde añadimos totovía y picogordo como aves de interés. A la vuelta, tras obtener información de un grupo de guiris, localizamos una pareja de porrones pardos pero no el torcecuello que este grupo dijo haber visto. En su lugar, un bonito alcaudón común, varios bisbitas pratenses y algún milano negro para seguir sumando especies. Tan absortos estábamos buscando el torcecuello, que se nos vino encima una buena tromba de agua y decidimos volver a Arrocampo para comer en algún observatorio. De camino, un breve encuentro con un elanio, una especie que llevaba años sin observar. Acabamos comiendo medio calados en el observatorio 2, esperando a que parara un poco. Para hacer tiempo hasta la hora de la polluela, nos dirigimos a los observatorios 3 y 4. 

Llegó el momento y, con un respiro de la lluvia, volvimos a la incursión de la misma zona de las agachadizas. Con la agachadiza chica volvimos a tener suerte pues varias comunes entraban a las charcas y, entre ellas, alguna de las primeras. Ahora incluso mejor vista pero sin oportunidad para foto. La tarde avanzaba y volvíamos a estar en la misma disposición que por la mañana. Silencio y paciencia. Las horas avanzaban, la luz, encima de frente, escaseaba y no aparecía nada. Pero de nuevo la suerte estuvo de nuestro lado. Localizo casi al límite del carrizo un pájaro regordete que me recordó a una gallineta. Esperé verla algo mejor y, a pesar de la luz y la distancia, pude identificar a la polluela pintoja que andábamos buscando. La canté casi con un hilo de voz y, mejor o peor, todos la pudieron observar con garantías. Encima el ave se movía y avanzaba entre la vegetación, ofreciendo observaciones algo más cercanas. La pena fueron las fotos, testimoniales y que no hacen para nada justicia a la belleza de esta escurridiza y tímida ave. Habíamos hecho dos de dos, además de todo lo que se pudo observar ese día en una jornada muy bien aprovechada.

Agradezco este buen día a Álvaro, Mar, Alicia y Aimara, esperando repetir en más ocasiones. Aquí van unas fotillos de la jornada.




Espátula europea Platalea leucorodia



Garceta grande Egretta alba



Garza imperial Ardea purpurea



Águila pescadora Pandion haliaetus



Garcilla bueyera Bubulcus ibis



Aguilucho lagunero occidental Circus aeruginosus



Calamón común Porphyrio porphyrio



Polluela pintoja Porzana porzana



Polluela pintoja Porzana porzana



Polluela pintoja Porzana porzana