miércoles, 20 de octubre de 2010

MONTAÑA PALENTINA (4-5 de septiembre)



Por si no hubiésemos tenido suficiente la semana anterior con nuestro encuentro con los osos en Asturias, nos acogíamos con la misma ilusión que entonces a asomarnos el fin de semana siguiente a otro enclave igualmente cautivador y hermoso como son las maravillosas tierras palentinas, con el fin de observar de nuevo al plantígrado y al lobo ibérico. Sin duda, dos de nuestras más preciadas joyas faunísticas. Para llevar a cabo nuestro plan, contábamos con la ayuda de nuestro querido amigo Tino, y Toño, que lleva cerca de 18 años trabajando con el oso pardo. 

Comenzamos nuestra andadura en cuanto llegamos a esos increíbles alojamientos rurales que pone a nuestra disposición y que disfrutamos de lo lindo, acompañado de ese delicioso pacharán casero. De camino al alojamiento, observamos dos chotacabras grises apurar su estática posición hasta casi echarnos encima de ellos. Buen comienzo.

El sábado comenzamos la jornada antes de que se hubieran colocado todas las piedras del monte, y salimos bien abrigados para evitar la humedad y el frío. Nos apostamos una vez llegado al sitio de la espera, callados como muertos, sin toser, sin podernos casi limpiar el agüilla que de la nariz nos caía por no hacer ruido con el pañuelo y sentir la mirada amenazante de Tino sobre nuestra nuca, casi sin respirar, con los prismáticos y los telescopios a punto.

De pronto, aparecieron aquellas figuras que se desdibujaban por la ladera. "Sí, chicos, lobos". Hasta 6 lobos juntos se apostaban entre las retamas, alguno se tumbó debajo de un viejo mostajo. Casi sin solución de continuidad, Maite dijo: "Oso, un oso". Todos intentamos descubrir dónde encontrar tamaño descubrimiento. Toño también lo avistó, pero el resto no tuvimos tal privilegio. Eso sí, la visión de aquel grupo familiar que estábamos disfrutando fue algo para recordar. Por la tarde, por esa misma zona donde un rato antes anduvo gente, aparecieron de nuevo. Al parecer, esa zona era un punto de reunión donde se juntaban los adultos que permanecían en el territorio y los jóvenes que se dispersan.




El domingo, también de madrugada, asaltamos la misma zona de espera para volver a ver al lobo, y lo conseguimos. Un ejemplar despedazaba un trozo de carne (seguramente de ciervo), y en escena apareció una vieja hembra alfa, afectada de cojera, que seguía ganándose el respeto del resto del grupo aunque ya no fuera la jefa.

El fin de semana transcurrió lleno de risas, buenas viandas e inmejorable compañía; las clases de rastros y huellas que impartió Tino fueron impecables, como siempre. Y la Montaña Palentina sigue descubriéndonos tesoros bien guardaditos...




1 comentario:

Mariajo dijo...

Guau Gabi yo no podría narrarlo mejor,
menudo lugar esa Montaña Palentina ¿verdad? es...indescriptible
Besos,
Mariajo