martes, 28 de diciembre de 2010

EN BUSCA DEL TREPARRISCOS (26 de diciembre)

El pasado domingo 26 por la mañana, un grupo de intrépidos pajareros acudíamos a Avenida de América para dirigirnos al embalse de Entrepeñas, en Guadalajara, para intentar localizar al treparriscos que un grupo de SEO observó la semana anterior. Álvaro, María, Alicia, Mar, Mariajo y yo emprendíamos tal viaje con cierto optimismo, ya que era un lugar idóneo para verlo. Tras una hora y media sin contratiempos, llegamos a dicho embalse. A un lado del muro de la presa, la inmensidad del embalse. Al otro lado, el encajonado y diminuto Tajo. El paisaje era evocador. Una carretera en mal estado nos llevaría bajo la pared olvidada por el sol, donde esperábamos ver al esquivo pajarillo. Y enfrente, una pared repleta de escaladores y bañada en oro brillante. 

Con este panorama, con frío también, comenzamos la búsqueda. Nos acercamos al borde del precipicio donde daba algún rayo de sol, y barrimos la pared una y otra vez con los telescopios. Pasados unos minutos, Alicia descubrió al enano pajarillo posado en una roca. Levantó el vuelo con dirección a la presa. Sólo Alicia, Álvaro y Maria lograron verlo con mejor o peor fortuna. El resto, ni eso. Corrimos hacia un mirador que había cerca de la presa, pero no aparecía. Observábamos mirlo acuático, lavandera blanca y zorzal común, entre otras especies. Pero del treparriscos, ni rastro. Nos fuimos a la carretera que cruza la presa, pero tampoco lo vimos.

Decidimos entonces bajar por la carretera y otear en la pared en sombra, a ver si había mejor suerte. Parábamos en un par de puntos, siempre pendientes de la pared, barriéndolo con los prismáticos, y con principio de tortícolis. Observamos unos pajarillos moverse arriba y que se perdían de vista constantemente. Resultaron ser acentores alpinos que, según avanzaba el día, se harían más comunes, registrando hasta una veintena de ellos. Cogieron confianza y bajaron al suelo a comer, y se posaron en el murete. Cuando intuían algo que no les gustaba, se lanzaban ladera abajo, quedando siempre a buena distancia para observarlos bien. Álvaro y yo hacíamos piruetas en el murete para conseguir observarlos o fotografiarlos en condiciones. Ya no nos abandonarían el resto del día.



Acentor alpino


Numerosos paseriformes salían a nuestro encuentro: curruca capirotada, verderón común, petirrojo... Los buitres leonados salían con el calor y cicleaban delante nuestro. A cada vuelta que daban, más se reunían. Y a ellos se unió un juvenil de águila real, que apareció por encima nuestro como por arte de magia. Y mientras yo permanecía embobado con los acentores, el resto del grupo consiguió ver un águila perdicera cerca del aparcamiento.



Águila real (juvenil)


A la hora de comer, seguimos la carretera hasta un viejo puente donde daba el sol. Muy a gusto nos encontrábamos allí pues, además de dar buena cuenta de las viandas, interrumpíamos la pitanza cada dos por tres para observar aves que nos acompañaban en la zona: mito, ruiseñor bastardo, herrerillo común, carbonero común, acentor común o colirrojo tizón son sólo algunas que añadimos a la lista.

Después de comer, volvimos a la pared para intentar de nuevo sacar al treparriscos, pero ya no hubo manera. Seguíamos deleitándonos con los acentores alpinos y, con las últimas luces, hicimos un alto para esperar, y observamos que la pared servía de dormidero a especies como el avión roquero, el gorrión chillón y la chova piquirroja, ésta en buenos números.

Ya se hizo la noche y el frío iba en aumento, así que abandonamos el lugar para dirigirnos a Madrid. Ya conozco otro lugar donde, con un poco de suerte, puedo observar en los fríos inviernos alcarreños al enano de la pared: al treparriscos.



sábado, 18 de diciembre de 2010

PARQUE NACIONAL DE DOÑANA (4-8 de diciembre)



Doñana es sinónimo de belleza paisajística, naturaleza rebosante y mosaicos inacabables. Empapa los sentidos con sólo caminar por sus poblaciones, sus marismas o sus playas. Contraste de colores y formas, da igual cuándo vayas, siempre hay algo que ver, y te engancha. Doy fe de ello.

Fueron cinco días en los que la climatología no dio tregua, a aguacero diario, pero fueron aprovechados al máximo para observar aves, que es a lo que íbamos. 

Nuestro primer día se inició al llegar el 4 a El Rocío justo a la hora de comer. Nada como almorzar junto a la Madre de las Marismas, ya con nuestras primeras observaciones en el cuaderno de campo. No hay como un paseo bordeando la marisma para bajar la comida y, de paso, ver las primeras aves salir a nuestro encuentro. Así, numerosas ardeidas se mostraban orgullosas ante nosotros, como la garza real, bandos de garcilla bueyera o una confiada garceta común. También observamos nuestras primeras espátulas y moritos, ánsares comunes, agujas colinegras (en buen número), la siempre omnipresente focha común, diversas especies de paseriformes (petirrojo, bisbita pratense, tarabilla común, mosquitero común o lavandera blanca), y bastante anátida (ánade real, ánade friso, cerceta común, cuchara europeo y ánade rabudo, entre otras). Llegando al observatorio de SEO (aún sin inaugurar), observamos cigüeñuela común, y nos sobrevuela un gavilán común y dos martinetes.



Aguja colinegra



Cigüeñuela común



Garceta común



El domingo 5, al ver el cielo cubierto, y con lluvia, decidimos aprovechar un rato por la mañana para observar aves en la marisma de El Rocío desde un lugar techado, con la intención de seguir a los moritos que vimos el día anterior. A pesar de la lluvia, la marisma estaba bastante animada. 

Pasado una hora desde que llegamos, nos dirigimos a Villamanrique de la Condesa, para acceder desde allí a los arrozales de Dehesa de Abajo y la laguna de la Cañada de la Rianzuela. Aquí, flamenco común y, de nuevo, numerosas anátidas y ardeidas. En mi caso observé martín pescador, y algunos privilegiados vieron elanio común. Precisamente fue en este lugar donde tuvimos una de las observaciones más curiosas del viaje: ¡¡hasta 14 calamones a la vez salían entre la vegetación para darse un baño de lluvia!! Después, parada en el Centro de Visitantes, donde nos acercamos a los observatorios que dan a la laguna, y comimos a continuación.

En la Venta El Cruce accedemos a la carretera que nos lleva a Isla Mayor y, cerca del poblado de Alfonso XIII (concretamente en el kilómetro 4), hacemos la última parada del día y, a la postre, la que mejores observaciones ofreció: garceta grande, hembra joven de halcón peregrino, esmerejón, garcilla cangrejera, hasta 9 cigüeñas negras alimentándose entre los arrozales, un bando de cerca de un centenar de tejedores amarillos, aguilucho lagunero, chorlito dorado europeo, etc. A la vuelta, y con la lista de aves bastante engrosada, nos cayó un chaparrón de narices.



Arrozales en Dehesa de Abajo


El lunes 6 visitaríamos las marismas del Odiel. Ese día, el tiempo nos daría una tregua durante la mañana, hecho que agradecimos. La primera parada fue en unas marismas (Sendero de Cabeza Alta) que se encuentran antes del espigón de Juan Carlos I, donde observamos diferentes especies de limícolas (correlimos común y gordo, aguja colipinta, ostrero euroasiático, y diversas especies de gaviotas). Acto seguido, en el espigón, más limícolas (además de las nombradas, los dos zarapitos, real y trinador) lo que permitió a la gente apreciar las diferencias entre ambos. La última parada la hicimos en La Calatilla (sorprendentemente, estaba cerrado) y las lagunas que hay alrededor. Había posibilidad de ver focha cornuda, pero nos dio esquinazo. Sin embargo, disfrutamos con la observación de más anátidas, gaviotas (incluida la de Audouin), ardeidas y pagaza piquirroja, una interesante observación. En el autobús, ya de regreso, salieron al paso otra especie estival: dos hermosas garzas imperiales.



Cuchara europeo (macho)




Gaviota sombría




Mosquitero común


Para mí, este era el día fuerte del viaje: excursión en 4x4 al Parque Nacional de Doñana, donde casi nadie puede entrar. La posibilidad de conocer la Doñana oculta, lugares recónditos apenas explorados, sin masificaciones, donde reina la naturaleza en estado puro y la paz. Y donde vive, y apenas se muestra, el rey del Parque: el lince ibérico. Conoceríamos el territorio del amenazado cazador, el hábitat en el que hay que tener suerte y vista para lograr verlo o, al menos, intuirlo. Asomado en la ventanilla, y a pesar de la lluvia, estaba preparado con la cámara de fotos para disparar una ráfaga sobre él. Buscaba en el borde de los caminos, entre la maleza, en los majanos, oteaba las pistas hasta donde la vista no alcanzaba más... Pero no hubo suerte. El agua no es la mejor aliada de los felinos, y nos dimos cuenta de ello.

El recorrido nos permitió conocer el Coto del Rey (a través de la Raya Real), las marismas de Hinojos, el Centro de Visitantes José Antonio Valverde y el entorno del Palacio del Rey. Pudimos observar especies que nos faltaba en la lista, como el águila imperial ibérica (algunos ejemplares, entre juveniles y adultos), culebrera europea, alcaraván común, rabilargo y alcaudón real, además de numerosas especies más comunes. Algunos afortunados disfrutamos con el cruce veloz y fugaz de un meloncillo. Además, numerosos ciervos cruzaban los caminos que recorríamos, como en un juego de persecución.



Coto del Rey



Ciervos


Las lluvias provocaron el desbordamiento del arroyo del Partido, única vía de acceso a El Rocío, y casi se nos presenta un serio contratiempo. Afortunadamente, todo quedó en mera anécdota. Y mientras esperábamos que llegaran todos, un elanio común nos amenizaba la espera con sus frecuentes cernidos.

Agradecer desde aquí a Doñana-nature y, en especial a Rosario (nuestra guía) por su profesionalidad y buen hacer en una visita muy especial para nosotros. Gracias. Yo repetiré, seguro.

El último día en Doñana fue un día de relax. La visita a la zona conocida como Corral de Miguel nos permitió conocer una zona mixta de pinar y dunas, paisaje típico de Doñana. Después, las visitas a los Centros de Visitantes del Acebuche y la Rocina fueron para que la gente hiciera compras y pasease tranquilamente por los alrededores. Aún así, pudimos observar algunas especies más. Por ejemplo, un aguililla calzada sobrevolaba una zona arbolada en compañía cercana de un aguilucho lagunero. Y sumamos especies forestales, como herrerillo común y capuchino, carbonero común y garrapinos, pinzón vulgar y mito, entre otros.



Alhelí de mar



Jaguarzo



Laguna del Acebuche



Charco de la Boca



Doñana es una aventura, es naturaleza salvaje en perfecta comunión con el ser humano, es algo difícil de describir porque hay que descubrirlo y verlo por uno mismo. El recorrer sus carreteras esperando que cruce como una centella el príncipe del pinar y la duna, con su moteado y ojos brillantes, un ser de dibujos animados con pinceles en vez de orejas, y sintiendo que puede aparecer en cualquier momento delante tuyo o sentado tranquilamente al borde del pinar, sabiendo que el bosque le cubre con su manto. 

Por supuesto que hablar de Doñana es hablar de aves, a miles, a cientos de miles, pero también es nombrar al felino más amenazado del planeta. Y hay que ser cosciente de que aquí, entre marismas y dunas, tiene el último de sus santuarios.