domingo, 20 de febrero de 2011

EL GATO MANCHADO (II)

Llegamos cuando las primeras luces del día asomaban tímidamente entre las suaves lomas vestidas aún de oscuro, y tomamos rápidamente posiciones.

La niebla cubría el valle y las vaguadas en su totalidad, y la visibilidad era nula. La tapadera de bruma anulaba cualquier posibilidad de disfrutar del bosque mediterráneo en todo su esplendor, y sólo era cuestión de tiempo que la naturaleza decidiera emprender su tarea, y disipara cualquier atisbo opaco de sentimiento a nuestros ojos.

El manto verde de desordenadas encinas y pinos, jaras y arbustos, la vena de la vida en forma de agua, y montículos de piedra, formando peculiares formas, eran en su conjunto el hogar del gato cerval.

Y bajo el cielo azul y la banda sonora de los numerosos pajarillos que por allí se movían, iniciamos la búsqueda. Oteábamos cada rincón con los prismáticos y los telescopios, a sabiendas de que podía aparecer por cualquier sitio. Los córvidos serían unos buenos aliados en esta ocasión, serían los perfectos chivatos de dónde se ocultaba el felino. Podíamos imaginar cómo se asomaba después de haber barrido ese lugar en concreto con el telescopio, y que pensara: "No me han visto". Y la tensión se hacía patente, sobre todo cuando saltaba una falsa alarma. Los numerosos ciervos y conejos nos inducían a error. Empezaban a aflorar los nervios. Cambiábamos de posición, descansábamos la vista a menudo y hacíamos pequeños paseos para desentumecer los músculos. Y permanecíamos atentos al comportamiento del resto del público que, como nosotros, habían acudido al encuentro del lince ibérico. Cualquiera, en cualquier momento, podía dar con él. Así pues, todos los ingredientes estaban preparados y ya sólo faltaba que el actor principal apareciera. Pero se hacía de rogar.

Llegada la hora de comer, pensábamos hacer un alto para descansar, cuando Mariajo volvió al telescopio para hacer el último barrido, y se lo encontró subiendo una ladera. "Lo tengo chicos". "Está ahí". Me faltó tiempo para lanzarme a su teles y observarlo también. "No lo pierdas, por lo que más quieras", me decía Mariajo mientras avisaba a los demás. Yo obedecí, y no le quité ojo. Un precioso ejemplar subía con andar firme y elegante por la cota, marcaba su territorio orinando en unos arbustos y desapareció entre unas grandes rocas. Desgraciadamente, cuando llegó el resto, el animal se había esfumado.

Ya por la tarde, hubo otra sorpresa en forma felina, bebiendo en un arroyo en el fondo del valle para después bordear unas jaras y ascender por una ladera hasta desaparecer de nuevo, coincidiendo con la niebla que caía sobre nosotros. La naturaleza quería que viéramos al fantasma de la sierra lo justo y necesario. Con un magnífico sabor de boca, acabamos la jornada en Los Pinos cenando y celebrándolo.

El domingo por la mañana volvimos a Los Escoriales, al mismo sitio, para tentar de nuevo a la suerte. Diego y Virginia decidieron caminar deshaciendo el camino para entrar un poco en calor. Al rato, Álvaro recibe una llamada de Diego. Habían visto una lincesa con cachorros. Rápidamente nos dirigimos para allá, pero cuando llegamos, se habían movido. Volvimos otra vez por el camino y nos encontramos a Fernando y Mariajo. "Ha estado la lincesa ahí sentada". "Y los cachorros andan por la ladera haciendo lances de caza". Efectivamente, llegué a observar dos cachorros, uno de ellos muy bien visto, juguetear en una ladera, subiendo y bajando. Cuando volvieron a desaparecer, dimos la jornada por concluida y nos dirigimos a El Encinarejo, donde a Miguel Ángel (que se fue por la mañana por su cuenta) se le cruzó otro lince por un camino. Ver para creer, vaya empacho de gato moteado. Y yo sigo teniendo hambre...



















3 comentarios:

Javi dijo...

Enhorabuena, Gabriel / Mariajo ¡Qué envidia! 2 veces he estado por allí y nada... Debe ser un momento sublime, casi casi como ver al torillo andaluz... Os juro que la próxima no me nuevo de allí hasta que aparezca ;-)

Mariajo dijo...

Realmente es alucinante observar a estos pequeños felinos corretear tras las perdices, una observación que dificílmente podré olvidar, y sobre todo: ¡¡¡¡¡Gabi sube ese trocito de video!!!!
Besos, Mariajo

antonio dijo...

que envidia mas sana,yó es la segunda vez que voy,pues me gusta muchisimo la naturaleza y estuve la semana pasado jueves y viernes en la zona de los escoriales no pudiendo avistar ninguno,creo que desistire ,es casi imposible ,tambien deciros la mala noticia de un fallecimiento ma de otro lince atrapado en un cepo en la zona del guadiato en cordoba,es una pena,os dejo el enlace,http://www.sierradandujar.co.cc/2011/03/muere-charquena-atrapada-en-un-cepo.html