lunes, 28 de febrero de 2011

OTRA VEZ LINCE

Este fin de semana viajaría otra vez a la sierra de Andújar, esta vez con SEO. Nuestro objetivo: observar aves y, por supuesto, intentar observar al lince ibérico. El sábado por la mañana salimos con algo de demora y buen tiempo hacia el reino del príncipe manchado. Esa misma tarde llegaríamos a la zona del Encinarejo, y en la primera área recreativa comimos. Ya pudimos empezar a marcar en nuestras listas los primeros habitantes alados del paraje. Numerosos paseriformes forestales nos daban la bienvenida: trepador azul, herrerillo común, carbonero común, petirrojo son sólo algunos nombres.

Decidimos caminar en placentero paseo hasta la presa del Encinarejo haciendo tiempo para, a la vuelta, realizar una primera espera en el mirador. Nos pusimos en marcha, con un calor casi veraniego, y nos asomamos al mirador, pues teníamos tiempo de sobra. Para nuestra sorpresa, una lejana pareja de águilas reales cicleaban ante nosotros, llevando una de ellas material para el nido en el pico. Primera buena observación del fin de semana. Llegados al acceso al puente, la mayoría de la gente cruzó y se dirigió al otro lado del río. Unos pocos y yo decidimos quedarnos a la sombra, cerca de la orilla, escudriñando las pedreras de enfrente por si sonaba la flauta. Pasado un rato, y viendo que la gente ya regresaba, Mariajo y yo decidimos volver al mirador para coger sitio. Así lo hicimos, y en un momento se llenó de gente. Pasados unos minutos, Santi recibe una llamada de Pilar: María había localizado un lince tumbado a la sombra en un matorral. Tardé como dos décimas de segundo en coger los trastos y pegarme la carrera del mes para llegar al lugar del avistamiento. Cuando llegué, pedí a Ángel que me buscara al animal por el teles mientras recobraba el aliento. Ahí estaba, tumbado a la sombra, mirando a un montón de fanáticos llegar a mogollón y colocándose enfrente con sus telescopios y prismáticos. El matorral que le cubría no permitía a la mayoría disfrutar de uno de los más bellos rostros del reino animal. Eso lo hacía incluso más interesante: él nos miraba con esos ojos penetrantes, y tú le intuías la mirada entre las ramas. El animal mostraba indiferencia total, permitiéndose el lujo de levantarse y estirarse para después sentarse dándonos la espalda. De vez en cuando volvía la cabeza a nuestra posición, nos miraba, y se giraba de nuevo. "Qué estarán mirando éstos, que no logro verlo" parecía decir. En un momento dado, se incorporó y con paso firme y desganado subió la ladera, nos dedicó un par de miradas, y se perdió detrás de una loma. Ya no volvimos a verlo. La mayoría siguió vigilando la zona por si le daba por volver, ya empezaban los corrillos con comentarios de adulación y admiración hacia el felino mientras a otros se nos estaba cayendo aún la baba. Pocas oportunidades se nos presentarán en el futuro para observar igual de bien al felino más amenazado del planeta. Todavía no tengo palabras para describir lo que viví aquella tarde. 







Lince ibérico


Con el mejor sabor de boca posible, volvimos al autobús y, como broche de oro, observamos un martín pescador posado en la orilla del río, y una hembra de escribano soteño.



Escribano soteño (hembra)


El domingo tocaba patear el sendero de Los Escoriales, posiblemente la mejor zona para observar al gato clavo. Serían unos diez kilómetros entre ida y vuelta hasta los punto de espera por un camino de tierra, en general, en buen estado aunque con bastante bache. Había que extremar la prudencia con el tráfico rodado y disfrutar de espectaculares paisajes. Con la climatología algo revuelta, iniciamos la marcha. Entre el numeroso ganado bravo de las fincas privadas, disfrutamos de numerosas observaciones orníticas: buitres leonados y negros, águila imperial ibérica (adulto y subadulto), picogordo, mochuelo europeo, pinzón vulgar y un largo etcétera que engordó notablemente la lista de aves.




Ganado de lidia




Pinzón vulgar



Una vez llegados a la zona más propicia, realizamos una pequeña espera, pero sin éxito. Todo estaba muy tranquilo. Apenas se dejaron ver un grupito de cinco ciervos. Regresamos tranquilamente hasta el bus, y localizamos el primer cuco de la temporada, además de golondrinas comunes y dáuricas, y avión común. Las primeras estivales se dejaban ver por fin por nuestros lares. La primavera llamaba a la puerta.

Un fin de semana de lo más pajarero y, evidentemente, marcado en nuestras cabezas y nuestros corazones, por habernos encontrado cara a cara con el príncipe de la serranía mediterránea: el bello y majestuoso lince ibérico.




Santuario y sierra de Andújar desde los Escoriales






5 comentarios:

Santi Villa dijo...

Muy buenas las fotos Gabi... las mías han salido todas movidas por los nerviossss

Mariajo dijo...

y la pregunta es: ¿Cuando volvemos? je je je no se sacia una nunca de este felino
besos y enhorabuena por el relato,
Mariajo

Virginia dijo...

Qué suerte chicos!! y qué fotos!! esta vez sí que le pillaste bien :-)

Un abrazo

Javi dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Javi dijo...

¡Qué momento!, ¡Qué cabrones!, ¡Qué envidia!... no se me ocurre deciros otra cosa, ¡ya sólo te falta el lobo, Gabriel!