miércoles, 10 de abril de 2019

FUIMOS A VER CARRETONAS Y VOLVIMOS CON...

El último domingo de marzo, varios integrantes del grupo de whatsapp Mundo pajarero quedamos en las lagunas de Miralrío, en Velilla de San Antonio, para intentar observar un macho de cerceta carretona que llevaba un tiempo sedimentada allí. Esa mañana desapacible nos iba a deparar muy buenos momentos, quién nos lo iba a decir. Un primer vistazo a la primera laguna (la más cercana a la carretera) ya deparó buenas observaciones: varios aguiluchos laguneros planeando sobre el carrizo, unos solitarios andarríos grandechorlitejo chico, un lejano calamón, una maraña de aviones zapadores, comunesgolondrinas  comunes, el canto distante de varias buscarlas unicolor... Empezaba bien la jornada.

Comenzamos la caminata hacia la segunda laguna, en un recorrido circular que permitiría bordear todo el complejo. Llegamos a un mirador con mesas que nos permitía una buena vista, y permanecimos allí un buen rato, deleitándonos con el vuelo de los milanos negros, el peculiar canto del pájaro moscón y el mas que posible reclamo del torcecuello, que oímos varias veces. Al iniciar de nuevo la marcha, un calamón nos permitió una observación privilegiada sin apenas inmutarse. Había una buena representación de anátidas, con cuchara europeo, ánade real, ánade friso, una pareja de cerceta común pero ni rastro de la carretona. Las primeras lavanderas boyeras ya se dejaban ver, dos de la subespecie iberiae y una de la subespecie flava. Un fugaz pechiazul dio la nota de color al recorrido, alguna buscarla se dejaba intuir más que ver y, en un recodo del camino, se dejó ver una hembra de porrón pardo. 

En ese momento empezó a lloviznar y obligó a apretar un poco la marcha, conscientes de que la carretona nos había dado esquinazo. Llegamos a otro mirador en la parte norte de las lagunas, cerca de unas ruinas, donde la lluvia cesó un poco. Estábamos ya cerca del punto inicial de la ruta y dábamos por finalizada la mañana. Entonces ocurrió el momentazo. Me fijé en un pequeño pájaro posado en una rama en medio de un árbol seco y pensé que era un verdecillo. Aun así, le eché un vistazo. Mi primera impresión fue que tenía rasgos de escribano palustre, y en principio lo dejé así. Pero estaba "mosca" y volví a observarlo. El pájaro seguía tranquilamente en la rama y me permitió verlo con mas detenimiento. Enseguida saltaron las alarmas. "Un telescopio, poner un telescopio a ese pájaro", grité. "Hazle una foto", proseguí. Y al echar una mirada se confirmaron mis sospechas. "Escribano pigmeo, es pigmeo", clamé. El grupo se revolucionó y echaron mano a sus telescopios y prismáticos. Ahora los detalles se veían claros: pequeño tamaño, cara rojiza bordeada de líneas negras, patas pálidas, anillo orbital patente, líneas del pecho bien marcados... hasta el culmen recto se le veía perfectamente. Un vistazo a la guía de aves y la comparativa con las fotos y la observación confirmaron el momentazo: escribano pigmeo de libro. El regocijo y la alegría estaba más que justificada. A la vez que lo celebrábamos, el ave voló detrás de un taray y desapareció. No volvimos a relocalizarlo.

Al parecer, se trata de la tercera cita conocida para la Comunidad de Madrid, y la primera de un ave que no es capturada para anillamiento. Cita de primera categoría para la región.



De izquierda a derecha: Sara Navarro, Julián Sánchez, Christophe Pontegnie, Víctor Aparicio, Gabriel Lorenzo y Miguel Ángel García de la Concha (foto: Sara Navarro)




Escribano pigmeo Emberiza pusilla


Gracias a Sara, Julián, Christophe, Víctor y Miguel Ángel por esta inolvidable jornada. Muchas más así, ¿vale?

Ahí queda eso, a ver si continúa la racha. Gracias por pasar por aquí.

¡Qué lo disfrutéis!

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