miércoles, 5 de marzo de 2014

LA FIO Y MONFRAGÜE

El primero de marzo Virginia, Mariajo y yo salimos temprano desde Madrid para pasar el día en la FIO (Feria Internacional de Ornitología) y en el Parque Nacional de Monfragüe. Se dio la circunstancia de que Virginia nunca había estado en la FIO, y nosotros hace dos años que no disfrutábamos del paisaje mediterráneo por antonomasia. Así que no había ninguna duda sobre lo que debíamos hacer ese sábado gris y plomizo. El esfuerzo mereció la pena porque pudimos hacer prácticamente todo lo que teníamos en mente: visitar las carpas curioseando, informándose, deleitándose con el arte allí expuesto y, por supuesto, comprando alguna cosilla. Además de reencontrarnos con viejos amigos de aquí y de allá que hacía tiempo que no veíamos. Con las manos llenas de folletos, libros, cuadernillos... íbamos de un lado a otro saludando a cuantas personas nos salían al paso o parándonos en casi todos los puestos. La carpa de los artistas fue especialmente satisfactoria, con mucho arte y talento en todo lo que veíamos. Simplemente geniales. 

Pero claro, uno no puede irse de Monfragüe sin, por lo menos, desempolvar un poco los prismáticos. Fue lo primero que hicimos según llegamos a la Portilla del Tiétar. La cantidad de gente que, ya a esas horas había, era ingente y delataba que algo estaba pasando. Lo descubrimos según colocábamos el telescopio: la pareja de águilas imperiales ibéricas estaba posada para deleite del personal. El macho ya defendía el territorio con reclamos, vuelos y picados a los indefensos buitres leonados y todo lo que se pusiera por medio. Es la reina del lugar. 



Águila imperial ibérica Aquila adalberti


Amablemente nos colocaron el telescopio para poder observar al otro protagonista del roquedo y habitante habitual: el búho real. Escondido esta vez en una encina, y del que apenas podíamos adivinar el vientre y parte de la cabeza. La feria abría sus puertas a las 10 y ya era hora de movernos. Al pasar por el mirador de la Higuerilla, descubrimos un alimoche acicalándose en lo alto de un seco árbol. Vimos dos más en la Tajadilla. Tras la entretenida y maravillosa jornada en la FIO, tocaba comida en el Salto del Gitano, con cientos de buitres leonados surcando el cielo a nuestro lado. Mariajo descubrió una parejita de cigüeñas negras, que ya han ocupado sus nidos. 



Buitre leonado Gyps fulvus


Ya íbamos apretados de tiempo y decidimos apurar lo que quedaba de tarde de nuevo en la Portilla, dándole la oportunidad al búho de mostrarse mejor. Y, cuando pasamos por la Higuerilla, un simpático zorro se deslizaba entre los coches para llegar a la comida que los turistas le dejaban en el suelo. Estuvimos un buen rato disfrutando de esa pillina mirada y su belleza hasta que la lluvia apareció. El búho prácticamente seguía igual que lo dejamos por la mañana así que, tras un reparador café en el alojamiento Puerta de Monfragüe, pusimos rumbo a Madrid dejando atrás un gran día (en todos los sentidos) y deseando volver ya con la primavera oliendo a jara. 



Zorro Vulpes vulpes



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