viernes, 14 de septiembre de 2012

EL CACHUCHO






El Cachucho



El Cachucho (o banco de Danois) es una gran montaña submarina del Cantábrico que se eleva bruscamente desde los más de cuatro mil metros de profundidad de la llanura abisal del golfo de Vizcaya hasta los 425 metros de profundidad de su cumbre. Se localiza en el mar Cantábrico, a unos 65 kilómetros de la costa asturiana de Ribadesella, en la plataforma continental española, de la que se encuentra separado por una cuenca interna. Mantiene una enorme diversidad biológica submarina y ha sido objeto de numerosos estudios oceanográficos que ponen e de manifiesto además la abundancia de aves marinas, especialmente en los pasos migratorios, y cetáceos. Recientemente, el Gobierno declaró a El Cachucho la primer "Área Marina Protegida" de España.


El primer fin de semana de septiembre, un grupo de intrépidos jóvenes embarcamos la noche del viernes en el puerto de Gijón para aventurarnos mar adentro y pasar el fin de semana en busca de aves marinas y cetáceos.

Reunidos todos el viernes por la noche procedentes de varios puntos de la Península, embarcamos en el catamarán (concretamente el modelo Lagoon 440) de la empresa Proastur y esperar con nervios el inicio del viaje. Aparte de los doce y nuestros respectivos equipajes, se vino con nosotros materia prima para preparar chum, con la intención de atraer a las inmediaciones del barco a diversas pelágicas.

A las ocho de la mañana del sábado, todo estaba preparado para partir. Algunos del grupo aprovecharon un momento para acercarse a ver la gaviota polar asentada en El Musel. Ya estaban con nosotros Gonzalo y Mario, que nos acompañarían en este viaje al mando de la embarcación. Gracias chicos por vuestra amabilidad y buen hacer. Pues a primera hora de la mañana no había quien parara esto. Nos poníamos rumbo a El Cachucho, en un viaje que nos llevaría toda la mañana. El sol iba tomando posiciones y avanzábamos dejando atrás la ciudad de Gijón y la costa asturiana, y la visión del inmenso mar ante nosotros dejaba patente lo minúsculo que, a veces, se siente el ser humano ante la naturaleza. Todos en cubierta, prismáticos en ristre, a la espera de que las especies empezaran a aparecer. Las abundantes gaviotas patiamarillas, sobre todo juveniles, fueron las primeras en aparecer, siguiendo la estela del barco. Las únicas dos alcas comunes del viaje aparecieron brevemente en su desplazamiento típico de "tren". El viaje transcurría sin mayor novedad, con momentos de actividad y ratos en los que parecía que los bichos hubieran desaparecido de pronto. Este día fue el mejor para aves, donde pudimos observar prácticamente todo lo observable. A medida que avanzaba el día, íbamos sumando especies a la lista. En sus típicos vuelos rasantes, las pardelas cenicientas, pichonetas, capirotadas y sombrías aparecían delante nuestro para deleite del personal. Alguna pardela balear (más escasa de lo que esperábamos) también se dejó ver. Los alcatraces atlánticos no podían faltar a la cita con sus espectaculares picados. Donde hay pájaros y chum, suele haber págalos al acecho para robar comida fácil a las demás aves. Esa tarde aparecieron págalo grande, rabero y parásito (tanto adultos como jóvenes) y la duda de un lejano pomarino. En uno de los intentos para atraer aves al chum, en mitad de una balsa de pardelas, aparecieron por fin los paíños, que no recordaba que fueran tan pequeños. Los abundantes paíños comunes mostraban su característico manejo del vuelo entre las olas y, entre ellos, algún paíño de Wilson, estrella de la jornada. Seguir a estas diminutas aves con la óptica era un verdadero ejercicio de habilidad y paciencia porque, aparte de su endiablada velocidad y pequeño tamaño, a veces es como si el mar se las tragara, y las perdías de vista. La observación de unos piececillos sobresaliendo por debajo de la cola te disparaba la adrenalina y todo el mundo pedía referencias. Y en diversos momentos del viaje, las gaviotas de Sabine y los charranes común y ártico también se mostraban para nuestra felicidad. Con este empacho de marinas y demás, hicimos noche en alta mar, donde, desgraciadamente para la mayoría, apareció el temible mareo y malestar. 

Fue precisamente esto lo que nos impidió a Mariajo y a mí disfrutar la mañana del domingo de los rorcuales comunes que, literalmente, acompañaron al barco durante un rato. Un zifio de Cuvier y un fulmar fueron otros protagonistas que nos perdimos, no así el resto del grupo, que sí lo pudieron disfrutar. El resto del viaje transcurrió tranquilo y sin mayor novedad hasta llegar a puerto a última hora de la tarde. Tras recoger y las despedidas, Álvaro, Mar, Mariajo, Virginia y yo tuvimos de nuevo la oportunidad de observar a la gaviota polar de El Musel. 

Una fotillos del viaje...



Pardela cenicienta



Pardela capirotada



Pardela sombría



Charrán ártico



Paíño de Wilson



Págalo grande



Págalo rabero juvenil



Rorcual común


Y para la última, el grupo cachuchero. Gracias a tod@s por el buen rollo del fin de semana y la excelente compañía, en un fin de semana de imborrable recuerdo. Y, sobre todo, a Álvaro Díaz Pastor, por devanarse los sesos montando este viaje, agenciando el chum, la pertinente reserva, el coche y qué se yo qué más jeje. 



1. María José Márquez; 2. Álvaro Díaz; 3. María del Mar Labrador; 4. Manu Santa Cruz; 5. Isaac Villaverde; 6. Luis Molina; 7. Germán Pérez; 8. Gonzalo (patrón del barco); 
9. Virginia de la Torre; 10. Álvaro Hurtado; 11. Gabriel Lorenzo
Faltan Juan Malo y Cristina Torres (la fotógrafa)


¡¡¡¡¡GRACIAS A TOD@S POR ESTE INOLVIDABLE FIN DE SEMANA!!!!!











3 comentarios:

Álvaro Díaz dijo...

Ole!! Esa entrada!!! Para completar, pego aquí la crónica que yo hice cuando llegábamos a Gijón, que así no nos olvidamos de los pobres atunes, jeje.

"Ahora ya muy tranquila la vuelta del Cachucho. Ayer rápido se animaron las pardelas, con abundancia de capirotadas. Cruzamos buenas balsas de aquellas con pichonetas, cenicientas y sombrías y fuimos sumando gaviotas de Sabine, charranes comunes y árticos, págalos grandes, parásitos y raberos, paíños comunes y de Wilson y un fulmar largo trecho junto al barco. Un zifio de Cuvier nos guió en proa y hasta los atunes han querido salir en la foto; nos hemos encontrado con varias sergueras bien agitadas. Pero la apoteosis fue esta mañana, cuando nos topamos con una decena de ballenas. Los rorcuales comunes con quizá algún boreal andaban cazando en el mismo lugar. Para despedirse no se les ocurre a media docena de ellos otra cosa que venir a nuestro encuentro y rodearnos. Impresionante escuchar los soplos al lado y ver como dos han rozado la popa del catamarán. En una horita en Gijón, donde ayer dejamos en su sitio a la gaviota polar del Musel antes de zarpar."

Gabriel Lorenzo M. dijo...

Que poético jeje. Así ya está completa la crónica de un buen fin de semana. Gracias de nuevo jefe, te lo curras bien, bien...

Unknown dijo...

Hola Gabriel, debió ser una pasada la quedada. Visteis aves que yo nunca he llegado a ver.
A ver si un día de estos subimos a Asturias y hacemos algo similar con un amigo bloguero. ¡Bonitas fotos!
Saludos!!