Y la idea la tuvo Edu, que me llamó unos días antes y lo propuso. No nos lo pensamos Mariajo y yo, así que el pasado viernes salimos desde Madrid hacia Sepúlveda, donde pasaríamos la noche. Una vez reunidos los cuatro (Chus, Mariajo, Edu y yo) en el hotel, sólo nos quedaba planificar el día siguiente mientras cenábamos en uno de los múltiples establecimientos del histórico pueblo. Durante el paseo, un lejano autillo se dejaba escuchar con total nitidez. Buen augurio.
Madrugamos el sábado como no madrugábamos hacía tiempo. A las seis de la mañana nos encontramos en el aparcamiento con todos los trastos y el sueño reflejado en nuestros rostros. El principal objetivo era intentar observar a la estrella de la paramera segoviana: la alondra ricotí. El sol apenas despuntaba en el horizonte cuando ya nos encontrábamos barriendo el páramo en busca del "diablo". No tardamos ni un minuto en localizar el peculiar canto de tres ejemplares a ambos lados del camino. El nerviosismo era más patente porque ocurría lo de casi siempre: está ahí, prácticamente a tu lado, pero no lo ves ni por asomo. Pero la suerte estaba de nuestro lado. Elegimos el lado del camino que nos permitía tener el sol más o menos a nuestra espalda e intentarlo ahí. ¡Bingo! El canto se aproximaba cada vez más, era más cercano, tiene que estar ahí delante. Y unos acertados barridos con los prismáticos nos permitió su observación como pocas veces podremos verlo. ¡Precioso! ¡Fíjate qué grande es, y qué oscuro! ¡El pico es largo y curvo! Los telescopios hicieron bien su trabajo, y Chus, Mariajo y Edu bimbaron a la Dupont (yo lo hice el año pasado). Otra cosa era fotografiarla, como podéis comprobar en la imagen de esta entrada (mediante digiscoping). No duraba más de unos segundos quieto en el mismo sitio, y cambiaba cada dos por tres de posadero y lugar. Además, la luz fuerte y lateral no ayudaba para nada. Incluso la vimos en su típico vuelo de cortejo mientras reclamaba. No se podía pedir más. Pero lo importante es que los cuatro disfrutamos como nunca de la observación de una de las aves más esquivas y raras de la Península. Misión cumplida. La collalba rubia y gris, y otros aláudidos como la terrera común y la calandria completaron un magnífico rato de pajareo en el páramo.
Alondra ricotí
Con una sonrisa que no nos cabía en la cara, y cuando el sol ya empezaba a apretar, decidimos volver, sin antes intentar observar curruca mirlona en una zona cercana. Aquí se nos resistió, pero el bisbita campestre, la curruca rabilarga, el alcaudón común y la cogujada común salieron a nuestro encuentro.
La siguiente parada nos llevaría a unos pequeños cortados cerca de Hinojosas del Cerro, donde el objetivo eran, principalmente, los dos roqueros. Antes, en un apartadero, aprovechamos la sombra de una chopera para observar mosquitero papialbo y gorrión chillón, y escuchar oropéndola y torcecuellos. En los cortados sólo pudimos ver al roquero rojo, pero cómo lo vimos. El día estaba saliendo redondo. La zona es propicia también para el escribano montesino y hortelano, y las currucas, sobre todo tomillera y mirlona (sólo oída). La presencia en vuelo de una pareja de alimoches cerró la jornada en el lugar. El lugar también merece la pena por la cantidad de mariposas que vimos. Edu y yo nos pusimos al día con esta clase animal.
Roquero rojo
Escribano hortelano
El valle del Tabladillo era nuestro siguiente destino. Tras un brevísimo paseo por la carretera pudimos observar numerosos buitres leonados en sus buitreras, y el ansiado roquero solitario. El paseo no dio para más porque queríamos tomar algo fresco antes de volver a Sepúlveda para dar por concluida la mañana de pajareo.
El lugar elegido fue Burgomillodo, con su embalse y un recomendable recorrido sin dificultad a lo largo del río Duratón, con posibilidad de observar aves propias de ribera. Unas cocacolas y una ración de judías (¡qué buenas, madre mía!) cerraron la jornada pajarera. De vuelta al pueblo, obligada cita con el cordero típico de la zona (¡ay omá, qué rico!) en una agradable comida.
Ya por la tarde, Mariajo y yo decidimos ir a Sanchonuño a pasar el resto del fin de semana, mientras Chus y Edu se quedaban otra noche más allí.
Aprovecho estas líneas para dar las gracias a Chus y Edu por acordarse de nosotros para esta jornada que salió tan redonda, esperando repetir muchas veces más donde sea. Un abrazo a los dos. Y a Mariajo porque accedió a pasar ese fin de semana con ellos a pesar de que pensábamos ya tomarnos un par de fines de semana de descanso, y por estar siempre a mi lado. Te quiero, mi vida.
1 comentario:
Esa ricotí se me escapó varias veces, pero ésta vez ha sido prodigiosa, menuda estampa nos ha dejado en cada una de sus apariciones, sin duda alguna "El diablo" como los llaman los ingleses le viene al pelo, realmente escurridiza pero bella la dichosa Dupont, je je je
Creo que tenemos que repetir...
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