martes, 24 de enero de 2012

SANTANDER Y SANTOÑA

Este pasado fin de semana viajé a Santander para localizar a la gaviota polar o groenlandesa que se llevaba viendo desde hace una semana en el puerto pesquero de la ciudad. A pesar de la persistente llovizna, el ansia podía conmigo y no iba a permitir que el agua me fastidiara ni la salida ni el fin de semana. Desde aquí quiero dar las gracias a Fernando Arce por su amabilidad y sus indicaciones para localizarla, y a Óscar Llama por ponerme en contacto con él.

El sábado por la mañana, después de un rápido desayuno, esperé pacientemente dentro de una marquesina de autobús a que remitiera la lluvia. Cuando apenas caían cuatro gotas, salí al encuentro del motivo de la visita. No se encontraba en el varadero, sino en el lado contrario, en la zona de la lonja. Mientras esperaba que se acercara, un martín pescador cruzó como una bala por delante de mi puesto con su característico reclamo. Ya la tenía cerca. Allí estaba, preciosa, y permanentemente atosigada por juveniles de sombría. Después de deleitarme un rato y estudiar sus posaderos más frecuentes, entré en acción. Aunque el fondo no era el más adecuado (cielo cubierto), no iba a desaprovechar la oportunidad de inmortalizarla en mi tarjeta de memoria. Aún así, también me permitió poses con fondos distintos, como veréis a continuación.







Gaviota polar o groenlandesa de primer invierno


La mañana me deparó también buenas observaciones de arao común, gaviota reidora, patiamarilla y sombría, y hasta un busardo ratonero cruzó el puerto en dirección al aeropuerto.



Gaviota patiamarilla


A mediodía, y para cambiar de aires, cogí un autobús y me fui a Santoña. Como no iba en vehículo particular, e iba a pasar el resto del día allí, decidí tomármelo con relax y me centré en el paseo marítimo, el observatorio de La Arenilla y las marismas de Bengoa y canal de Boo. Empecé por estos últimos, a los que dediqué un rato antes de ir a comer. Sigue la pareja de cisnes vulgares que repiten desde hace unos años, mucha anátida (porrón europeo y moñudo, ánade real y friso y cerceta común), algunos limícolas (correlimos común y aguja colinegra), los dos cormoranes (grande y moñudo) y mucha gaviota, incluidas varias cabecinegras. 



Cisne vulgar



Garceta común



Porrón europeo (macho)



Colimbo grande



La tarde la dedicaría a visitar el canal de San Martín y paseo marítimo en busca de álcidos y colimbos. Tuve suerte con ambos, observando a placer alca común y colimbo grande.  Siguiendo el paseo, los cormoranes moñudos en la pequeña dársena que usan de posadero habitual y un grupo lejano de 32 barnaclas carinegras, como citas más destacadas. Cerca del observatorio, un halcón peregrino en su posadero habitual. A las seis de la tarde, vuelta a Santander con el cuerpo machacado y a descansar.

El domingo repetí con la gaviota polar, con la diferencia  que esta vez observé dos ejemplares. Uno de ellos se alejó pasados unos minutos en dirección a la ciudad y no volvió por la zona. El arao común me ofreció buenas oportunidades para su observación y retratarlo. Una pareja de gaviones atlánticos se unieron al grupo de buenas observaciones.



Arao común



Gaviota reidora



Gaviota sombría


Y para lo último, la famosa escena del cura de la zona dando de comer a las gaviotas. Mientras esperaba, un par de gaviotas reidoras y las zambullidas de un alca común hicieron algo más amena la espera. Desde las cuatro de la tarde esperando hasta las cinco y media, cuando apareció. Sacó un cubo del coche y echó el contenido en la rampa. Y como vino, se fue. Pero las gaviotas no bajaron a pesar del revuelo que montaron cuando el coche negro apareció por allí. El motivo: el menú, a base de... ¡¡¡pasta!!! Que sibaritas son estos pájaros...







martes, 17 de enero de 2012

LAGUNAS DE VELILLA ENTRE AMIGOS

Para quitarnos el mono de pajareo que algunos arrastrábamos desde las navidades, un nutrido grupo de pajareros aprovechamos la mañana del pasado sábado para quedar en Velilla de San Antonio y visitar sus lagunas. Como siempre, la jornada deparó grandes observaciones y maravillosa compañía, y se alargó de tal manera que llegamos para comer cuando casi era ya merienda. Destacaremos la observación invernal de un avetorillo (cada vez más frecuente las citas de la especie en invierno) por los más madrugadores, la infinidad de paseriformes presentes durante el recorrido, el cortejo del aguilucho lagunero, algunos ejemplares de zorzal alirrojo (bimbo para Edu) y los lances de caza de un precioso macho de gavilán común. Intentamos sin éxito localizar al búho real, y nos deleitamos con la observación de diversas anátidas: cuchara europeo, ánade friso, porrón europeo, porrón moñudo, ánade real y cerceta común. La lista, por supuesto, fue bastante más completa. Os dejo con un par de fotos, ya que la mañana, fotográficamente hablando, no dio para mucho.



Cormorán grande



Cuchara europeo




jueves, 12 de enero de 2012

EL PRÍNCIPE DEL BOSQUE MEDITERRÁNEO


Sierra de Andújar



Las noches caían como pesadas losas sobre nuestros cansados cuerpos. El frío entorpecía nuestros movimientos, solo aliviados por la cálida llama de la chimenea. La sierra nos hablaba en forma de brisa, el reclamo del pito real y los graznidos de los córvidos nos advertían de que no estábamos solos, entre tanto humano algo especial acechaba y nos observaba. Nos embelesábamos con la tardía berrea y la titánica lucha de sus machos, los altos vuelos del buitre negro y leonado, y la espectacular parada nupcial del águila imperial ibérica. Los extraordinarios colores y exquisitas formas del bosque mediterráneo nos anunciaban que su habitante más emblemático podía aparecer en cualquier momento. La percepción de formas y texturas en sus árboles y geología nos tenían ocupados todo el día. Y también el poder distinguir entre esas figuras la de nuestro protagonista, que se hacía de rogar. No perdía la vista de todas y cada una de las rocas de forma caprichosa que cubrían el campo, de sus encinas y alcornoques, de sus lentiscos y retamas, de sus remansos de agua o de lo que acontecía delante de las luces del vehículo. Olía a jara, a algo especial, a algo que deseábamos descubrir. Cuando la luz nos abandonaba, el cárabo y el búho real nos deseaban felices fiestas, cuando el mochuelo europeo adornaba nuestras esperas con sus habituales reclamos, esperábamos el año nuevo con ilusión y predisposición a cosas mucho mejores que el que abandonamos. El príncipe del bosque mediterráneo apareció como un fantasma, un ratito, en pleno afán conquistador, y sin demostrar ningún interés por el ser humano, atabiado con trastos de observación y mucho estrés. Y la última noche del año vi sus luceros en la llama, igual de brillantes, igual de bonitos, desprendiendo la chispa de algo emocionante y de un logro vivido y superado, y me di cuenta del mensaje transmitido: mejor nos iba a ir en este año que entra. Y abandonamos la sierra misteriosa cuando caía la tarde, el sol dejaba paso al frío y los escondidos secretos que aún esconden sus bosques y habitantes, y sus solitarias carreteras y caminos podían albergar, de pronto, el paso fantasmal del príncipe del bosque mediterráneo, esperando el descubrir constante de sus secretos por quien le visita.



Buitre negro



Águila imperial ibérica (damero)



Ciervo



Lince ibérico