lunes, 30 de mayo de 2011

FIN DE SEMANA EN EL ZOO... DE MONFRAGÜE

Seguramente más de una persona que lea el título imaginará lo que quiero decir encabezándolo de esa manera. Los cuatro días que pasamos allí fueron de lo más concurrido, con un ir y venir de vehículos y personas, sobre todo extranjeros. Y también os imaginaréis quienes fueron los causantes de tanto alboroto: el águila imperial y, sobre todo, la familia de búhos reales.

Llegamos el viernes por la tarde y nos fuimos directamente a la Portilla. Como no, ya había gente allí. El águila imperial estaba posada en lo alto del farallón, acompañada del vuelo del alimoche y el buitre negro. Pero ni rastro del búho real.

A la mañana siguiente madrugamos y volvimos allí. Nos encontramos con unos jóvenes alemanes que nos indicaron dónde se encontraba la imperial: posada en lo alto de un árbol, algo lejos. Habían localizado al adulto de búho real, y nos lo mostraron escondido entre rocas y maleza. Mariajo hizo los deberes y localizó al pollo, ya emplumado, escondido cerca del nido (¡¡¡¡¡olé mi niñaaaaa!!!!!). Después de un rato disfrutando de ambas observaciones, y unas clases de inglés con las personas que preguntaban dónde estaba el búho, avanzamos hacia el observatorio donde cria una pareja de cigüeña negra y, después de algunos años, una de alimoche. Ahí estaban los dos tumbados tranquilamente. El resto de observatorios, incluido el Salto del Gitano, no depararon nada nuevo así que, como había mucha gente, paramos en la Fuente del Francés para comer. Después de degustar la comida, hicimos una parada en el Puente del Cardenal, donde nos salió un águila perdicera casi del sobaco. Magnífica observación. Desgraciadamente no pude hacer ninguna foto porque acto seguido empezó a diluviar. Corriendo al coche y vuelta a la Portilla. Al bajarnos, vimos a un grupo de extranjeros (que raro) observando detenidamente una zona arbolada. Nos acercamos y, vaya sorpresa, un adulto de imperial "invita" a un damero a abandonar el territorio. Vaya juego nos dieron con sus vuelos y escorzos en el aire. De nuevo llueve y corremos a refugiarnos al observatorio. El resto de la tarde ya no paró de llover. Se acabaron las observaciones.

El primero de mayo madrugamos de nuevo y volvimos al centro neurálgico de movimiento faunístico del Parque. La familia de imperiales ya nos amenizaba la mañana. De pronto, Mariajo me llama frenéticamente: "¡¡Gabi, ven aquí, corre!!". Había localizado al pollo de búho real. Nos vimos rodeados por un grupo de extranjeros que pedían referencias de la localización. Ahora se mostraba muy bien y, claro está, la algarabía se había montado en el punto de observación. Si a esto le añadimos observaciones como culebrera europea, alimoche, cigüeña negra, escribano montesino, roquero solitario, curruca carrasqueña y buitre negro, podemos hablar de una magnífica mañana de pájaros. 

Después de desayunar decidimos cambiar el chip: nos vamos a Arrocampo. Otra hornada de extranjeros dando vueltas e interesantes observaciones. Desde el observatorio n.º 1, avetorillo, calamón, buscarla unicolor, carricero tordal, garza imperial y ánade friso. Caminando llegamos al observatorio n.º 2, donde lo más destacado fue una garceta grande. De regreso, Mariajo se entusiasmó cuando encontró una especie de orquídea (Serapias lingua). Comimos en unas mesas junto a la Oficina de Información, donde me llevé la sorpresa de observar una lavandera boyera alemana (Motacilla flava flava). Parte de la tarde la pasamos allí observando más aves, y a media tarde decidimos regresar a Monfragüe. Mariajo se fue al hotel a descansar mientras yo me quedaba en la Portilla. El pollo de búho real era, sin duda, la estrella del fin de semana. A última hora, Mariajo volvió y se unió a las observaciones. Una persona localizó el vuelo del adulto de búho y cómo se posaba en lo alto de unas peñas, prácticamente oculto de las vistas de las personas que se abalanzaban a los telescopios para verlo. Nosotros nos fuimos a descansar, dejando a la jauría humana cebándose con el Gran Duque.

El día de regreso a Madrid volvimos de nuevo a la Portilla para observar el acoso al que estaba sometida la imperial por parte de unos rabilargos. De pronto nos cruza por delante el adulto de búho real en maravilloso vuelo, y se posa en unas rocas a media ladera, permitiendo una observación sin igual. Afortunadamente, sólo estábamos Mariajo, yo y unos chicos (Josemi y pandilla) que disfrutamos como enanos de aquella observación. Uno de los chicos, de pronto, asegura haber visto una especie de mamífero alargado moverse cerca de la orilla. "La nutria, será la nutria" exclamamos casi a la vez. "Ahí está, se mueve". Pero si es una garduña. ¡¡¡Qué pasada!!! Se movía de forma cauta pero rápida, y no se estaba quieto. La vimos perfectamente y estuvo un buen rato delante nuestro hasta que desapareció entre los arbustos. Perfecto fin de fiesta. Con un agradable sabor de boca, nos despedimos del grupo y marchamos a desayunar y de vuelta a Madrid.



Cigüeña negra



Águila imperial ibérica



Águila imperial ibérica (damero)



Familia de imperiales



Pollo de búho real



Búho real











viernes, 27 de mayo de 2011

SEMANA SANTA EN DOÑANA

El agua que en los últimos años ensombrece la celebración de la Semana Santa nos dio una tregua el día de San Jorge. El sol dominaba sobre las nubes, y veíamos Doñana por primera vez desde nuestra llegada de forma diferente. Mientras nos adentrábamos entre pinares y matorrales por sinuosas pistas de tierra, los rayos de luz se abrían paso entre la tupida hojarasca primaveral, permitiendo disfrutar de un entorno mágico, esperando a que apareciesen, de pronto, hadas y duendes revoloteando hacia nosotros. El bosque parecía cerrado para sí mismo, virgen, donde sólo oíamos el silencio de la naturaleza que nos acompañaba. Las aguas estancadas, formando pequeñas lagunas y lucios, mostraban colores varios, acorde con el ecosistema que lo rodeara; el verde de las plantas se veía más intenso, señal de que ya estábamos bien entrada la primavera; y los animales estaban en plena ebullición, y vestidos con sus mejores galas.

Y entre estos, sobresalía uno en concreto, igualmente hermoso y colorido, que acompañaba sus pasos con el silencio del lugar, como guardando un secreto, y la Madre Naturaleza sólo nos permitió conocer una pequeña parte de ese secreto en forma de pequeño gato manchado que, con paso parsimonioso y tranquilo, apareció ante nuestros ojos desfilando como si nosotros no hubiéramos hecho acto de presencia, y desapareció entre la vegetación como el sol cuando el viento arrastra las nubes. Todo se cubre y el encanto desaparece. El momento mágico se esfuma y da paso a la cruda realidad. Empieza a chispear. Y el arroyo baja deprisa, con celeridad. Y el momento queda grabado en nuestras retinas y en nuestras mentes para siempre. No habrá viento ni corriente de agua que puedan arrastrar lo allí vivido nunca. La naturaleza ha hablado, y con ella se guarda de nuevo su mayor secreto.



Lince ibérico


Se me olvidaba algo... ¡Ya sé! Las aves, claro. Pues Doñana es un magnífico enclave para disfrutar de las aves por estas fechas. La lista estuvo en 101 especies, creo. No estuvo mal, no...



Garcilla bueyera



Focha cornuda



Morito