martes, 12 de abril de 2011

MONFRAGÜE

De nuevo en marcha hacia un paraíso del que no me cansaré nunca: el Parque Nacional de Monfragüe. El pasado día 6 de abril pusimos rumbo al bosque mediterráneo por excelencia, hogar de multitud de especies, con el aliciente de poder observar las primeras estivales procedentes de tierras africanas. Así pues, a eso de las siete de la mañana de un día ventoso pero que auguraba calor, como así ocurrió, nos echamos a la carretera para disfrutar del máximo de tiempo posible en un lugar único. Accedimos al Parque por el norte, cogiendo la carretera de Bazagona, para llegar a la Portilla del Tiétar, posiblemente el mejor lugar para la observación de aves. Nos daban la bienvenida los abundantes buitres leonados que habitan las paredes, y los ya numerosos milanos negros.



Buitre leonado


Las currucas danzan a nuestro alrededor emitiendo sus peculiares cantos, y de vez en cuando se dejan ver los buitres negros y los alimoches. La estrella del Parque, el águila imperial ibérica, aparece sobre nuestras cabezas para nuestro deleite y, poco a poco, desciende hasta que se muestra bastante bien. Varias pasadas delante nuestra culminan el mejor momento del día. Nos acompañaría prácticamente hasta nuestra marcha a mediodía.



Águila imperial ibérica


Por unos instantes, nos olvidamos del otro morador de la pared: el búho real. Santi localizó el nido, con el pollo en su interior. Costó más de la cuenta dar con el adulto, que también se encontraba dentro. No se moverían de ahí en toda la jornada.



Búho real


Mientras observábamos a la familia búho, otros inquilinos de los roquedos hacían acto de presencia: escribano montesino, roquero solitario, golondrina dáurica, avión roquero, vencejo real, y un largo etcétera de especies que engrosaron la lista de aves. La parada aquí fue muy productiva, como la mayoría de las veces.

Avanzamos un poco más para saludar al otro habitante ilustre del Parque: la cigüeña negra, que se encontraba anidando otra vez donde acostumbraba antaño. Todo un lujo para la vista observar a esta hermosa zancuda.



Cigüeña negra


Nuestro plan era parar en los distintos miradores existentes en el espacio natural para disfrutar de los paisajes y, de paso, localizar nuevas especies u observar mejor todavía las que ya habíamos visto. De este modo, la siguiente parada fue en la Báscula para observar picogordos. Se vieron bien, aunque brevemente. Este lugar es muy bueno para ver buitre negro y culebrera europea.



Picogordo


Cruzamos la presa del Tiétar para una parada en la Tajadilla, donde no vimos nada destacable. Nos fuimos a Villarreal de San Carlos a comer, y de allí al Salto del Gitano, el lugar más visitado y emblema del Parque Nacional. Nada que no hubiéramos observado antes. Los buitres leonados y los milanos negros nos sobrevolaban hasta casi poder tocarlos con los dedos.



Peñafalcón




Milano negro


Tras esta pequeña decepción, hicimos una nueva parada en la Fuente del Francés, donde se impartieron improvisadas clases de identificación de anfibios y mariposas.



Cejirrubia



Penúltima parada en el Puente del Cardenal, donde había posibilidad de observar águila perdicera. Una pareja de aguilillas calzadas nos salieron al paso antes de que, sobre la bocina, otra pareja, esta vez de la ansiada perdicera, nos sobrevolara a gran altura.

Para despedir la jornada, nuevamente a la Portilla, donde el pollo de búho real, atónito ante lo que veía a su alrededor, y el majestuoso vuelo de la imperial nos deseaban un feliz viaje de regreso.



Pollo de búho real



Roquero solitario












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